No sabemos cuándo la memoria cayó y dejó de encontrarse, sólo supimos que despacio e imperceptible se fueron deshaciendo sus hebras mientras se erigía el cántico lúgubre de los inquisidores, sólo supimos que incesantemente golpearon la debilidad humana los impostores, haciendo callar a los tristes tambores que hacían de latido en el espacio vital.
Una señal se hizo de huesos, un pensamiento brotó para luego ser coronado con espinas de metal, una línea partiendo el cielo, cuatro cántaros de agua y la semilla vertida sobre el cemento frío fueron los signos que trazaron el principio del fin.