Thursday, March 13, 2008

En un lugar de sombras


Ahí, en lugar de sombras, se levantó una pared sin nombre, una efigie de pieles secas y extraviadas, un llanto de ladrillos transparentes y martillos sordos que a los ojos nublaron y encadenaron a la ilusión de la muerte disfrazada de vida.

No sabemos cuándo la memoria cayó y dejó de encontrarse, sólo supimos que despacio e imperceptible se fueron deshaciendo sus hebras mientras se erigía el cántico lúgubre de los inquisidores, sólo supimos que incesantemente golpearon la debilidad humana los impostores, haciendo callar a los tristes tambores que hacían de latido en el espacio vital.

Una señal se hizo de huesos, un pensamiento brotó para luego ser coronado con espinas de metal, una línea partiendo el cielo, cuatro cántaros de agua y la semilla vertida sobre el cemento frío fueron los signos que trazaron el principio del fin.

Tuesday, January 01, 2008

En deriva


Una escalera.
Dos pedazos de una noche de alas abiertas.
La certeza de una caída, la salida de la cinta que desata la señal.
La casualidad de una escalera.
Los telúricos intentos de ser lúcida piel, ave marfil.
Dos vaivenes, un eco.
Rincones extraviados que desintegran la nostalgia.
Los precipicios que se vienen abajo, las fisuras que se vuelcan hacia arriba.
En deriva.
La propuesta, la misiva de los embrujos.
La respuesta.
El silencio.
Una emanación, vértigo de cuarzo, mancha candente sobre los ojos.
Puertas que abren su despojo bajo el ensueño de las alas.
Aproximación.
De padecer lo incurable sobre la tez, sobre las mareas y los aguijones del ciclo.
Aproximación.
En deriva.

Monday, December 24, 2007

Todos los sellos de todos los propósitos


¿Qué es lo que abre una puerta?
Al parecer, las llaves también fueron creadas con el sello un propósito, de eso hablaban los cascabeles que seguían los pasos de la bruja de los dulces, de los mundos multicolores y de los silencios que profanaban los haceres del zaguán. Aquella vez había una manivela que al girarse hacía que las rodillas sintieran su memoria pasar, lo hacía con el revés una oración, con el credo de tal vez convertirse alguna vez en heridas abiertas, en sillas plateadas que eran capaces de socorrer a cualquiera. Otras veces los ojos eran los que desafiaban la posibilidad de encontrar alguna nueva grieta de la realidad tras ese portal, eran los ojos que chisporrotean ingenuamente las verdades que sin compasión alguna se vertían como medallas en el alma. Si, eran los ojos puestos en otros lugares los que abrían las puertas, los que imaginaban antiguas pieles tragadas por la tierra, los que sumergían una y otra vez sus despedidas en el polvo con el que está hecho el andar.

Está hecho, el réquiem del nacimiento promulga que todas las muertes son sino, el intento de un simulacro que al descubrir que sólo era tal, no tuvo otra opción más que lo inevitable, más o talvez menos que la dualidad inexorable que se pega sobre la frente con la savia de lucecitas titilantes y lunas que aparecen sobre las montañas una noche cualquiera, lunas escoltadas por nubes que compelen a zafarse otra vez del contemplar eterno del debate sobre los linderos, esa batalla muerta que con una pinza en la mano quita delicadamente las astillas de las viejas heridas para evitar el dolor y con la otra empuña la certeza de que aún no esta despierta, de que la única forma de aguar el festejo de las sombras es rasgando de una vez las costras secas que supuran el miedo y se esconden bajo los pliegues del embadurnarse con la morbosidad irónica del olvido de la verdad.

Lo que abre una puerta puede ser el veneno que aún da vueltas por el cuerpo haciendo estragos por donde quiere pasar, puede ser el golpe seco de un grillo que se incrusta en los oídos y dirige las posibilidades de navegar en un palacio negro sin dirección alguna, con un destino tan incierto que logró hacerse de un camino, porque todas las otras posibilidades que habían en el espacio pasado, eran todas invenciones del antojo, eran discursos sobre el cómo mantenerse y sobrevivir dentro de un corral, sobre cómo engañarse día a día, cómo golpearse la espalda y golpear la de otros para evitar la realidad acusadora, para sugerir la existencia fútil por no haber una queja suficiente, no haber una justificación racional a la esclavitud que se siente día a día en las cuncunas, la falta de milagros en los andenes y en los rebaños derrotados que regresan a sus jaulas para envidiar lo que nunca podrán tener, porque fue inventado para perseguirlo eternamente sin poderlo hallar, porque no sólo no existe, porque es la raíz de toda justificación existencial, de todo vacío que no encuentra explicación alguna en los almacenes, ni en los panfletos que invitan incesantemente a sumarse a la más adormecida, pero segura realidad.

Ha sido suficiente desenfado para no caer en el desenfreno, basta de vacilación. Cae una vez más.

Friday, November 30, 2007

Gerundio


Cuatro golpes sobre la mesa anunciaron que los hilos debían de chocar, tensarse y obrar sin chistar, que debían obrar en el silencio aciago de romperse a cada instante, sin saber rumbo alguno para su movimiento de salida.

Aunque de ausencias se hablaría, por el hecho de la misma ausencia, no sería nada más que eso, el empeño de dibujar ochos perdidos en algún espacio remoto, o cualquier otra melodía enterrada como pretexto para dejar las máscaras de un lado, quitarse la piel antigua y tal vez, en algún momento congelar la imagen para todos, con todos y desaparecer, ser partícipes de la posibilidad cierta de la negación del atributo del vacío, de volver a juntar las piezas repartidas en un rito de mismidad en un gerundio sin pretensión ni ocaso prevenido: ni la ilusión de la mirada ni la imagen de la palabra, sólo la vertiente que dejaron las heridas para dejar conocer a un presente que vive y decide según su propia naturaleza. Una cicatriz como gerundio de no-hacer.

La negación no sería la ausencia del atributo, cuatro golpes que verterían el simulacro sobre el verbo del simulacro, sería la aproximación que renunciaría a la ironía que es dejar la espada sin nunca antes haberla tomado, pintarse el rostro con el polvo de un fracaso, o cortar uno de un millón de brazos en el garabato balbuceado en contra del pensamiento ajeno; eliminar uno de un millón de brazos torcidos sería sino, la estratagema usada por el gerundio de la muerte anunciada que no escondió las cartas para asegurar su propia partida. Un latido gutural como gerundio de no-hacer.

Por los mismos cuatro golpes lo supo, por la bofetada que lo haría probar su propia sangre aventó simulacro por simulacro, por equilibrar ecuaciones desconocidas, y por quitar el alimento de su boca a riesgo del aullido, dejó abiertas también las compuertas para dejar andar lágrimas estancadas. Cuatro corceles llevaron su mensaje: un balancín, un reloj sin arena y un sobrecito de líneas que separaron la sombra que iba dejando una taza de contraluz en la mesa; el resto, una propuesta abstracta cosida a dos capas más dos risas tristes que alguna vez sucumbieron a la osadía de afrentarse a la perpetuidad de hallarse en otro, para cumplir con lo que nunca pretendieron comprender, la osadía de intentar una y cien veces tallar sobre la madera un propósito inexpugnable, cambiar cada letra por un saco de ojos abiertos para levantar el vuelo de las aves nocturnas.

Sólo podría averiguarlo sintiendo el hilo correr y tensarse sobre su boca. Participio de partir.


Saturday, November 17, 2007

Sortilegios


Sin abras ni cadabras, los pies lograron burlar al hielo,
Para esto, se hicieron trapecistas de una astilla y caminaron póstumos en su propia cuerda floja;
En eso, ya subidos ellos al carrusel, una araña aparecida saltó y habló, habló sin parar ante tanta pérdida y saliva muerta,
Hablo ella con sobriedad, como la inesperada cadente que era.
El cómo contarte lo oscuro del sombrero y el jardín, les dijo ella
Es de quitarse los impostores, el augurio anterior al consejo de la idea moralista,
Es ser astronauta de la indiferencia, al que no importa si estás tomando la tierra con la lengua o si sigues inventando madejas de carne viva.
Entonces, ellos le dijeron,
Dejemos la desventura sin suceder,
Dejemos que se nuble o que el sol queme de tantos golpes al estómago
Miremos qué es lo que la sangre tiene bajo sus labios secos, tal vez sea que sea sólo una pantalla,
Tal vez lo sea
.

Friday, November 09, 2007

Salto caigo de noche


Salto caigo de noche, viento negro para las luces que abren la tierra en dos.
Los ritos fantasmagóricos se aprestan a festejar una vez más el olvido,
el olvido sin memoria, cautivo sin calor, ni olores ni sabores,
olvido humano invisible, nudos atados al fulgor.
Salto caigo de noche, hambre fugaz para los que se encuentran en este instante.
Las bocas de la soledad que en sus cuerdas se queman por dentro revelan su rostro,
rostro que no es piel, sino hilos vaporosos que van y vienen,
Rostro de los giros y las contorsiones
rostro que no es de piel, sino de los silencios de se ahora hacen espuma.
Salto caigo de noche, otras sombras vierten su presente en un dedo de nadie.
Alumbran su espacio entre horas de nada, entre vidrios del antojo
vidrios sin espejo, serpientes enroscadas en diamantes,
instantes que ahora doblan las varas del reloj.
Salto caigo de noche, y sonrío, porque ya no se donde estoy.

Friday, October 19, 2007

Alma


Alma,
Que aventaste cuatro respiros ovalados al mar, sin esperar recoger la estela de tus versos
Junto a la muerte que ahora me acompaña te espero,
En la espesura,
En el choque de armaduras oscuras y planetas deshojados,
En la incertidumbre de que mañana será la realidad de la que aún no estoy despierto,
Donde la muerte ya está vestida de mis palabras,
Y partió buscar las partes de un cuerpo quebrajado que el tiempo remoto olvidó.

Alma,
Retuerce las amarras ancladas por la piel aún esparcida,
Pártelas y disfrázalas del ensueño y revélales su espejo,
Azótalas contra la nada,
Desenreda su cabellera de astros que flota como el polen en el espacio,
Que brota y describe las fibras junto al muro de las ofrendas,
Esa que deshace sus siete capas para hacer brotar el vergel.

Alma,
Que vienes a reclamar tus sentidos dejados bajo la piedra,
Heme aquí, blandiendo la llave de tu mar,
Cavando las grietas dejadas en el aire,
Apareciendo tras la cortina donde dejaste de tu calce abstracto
Parado aquí este campo sideral;
Heme aquí, solo con esta quimera que desgarra en cada paso,
Aquí estoy,
Convertido en este segundo que en cada vida que nos ve pasar.

Alma,
Vengo a buscar mi partida, mi último viaje.